En el diseño del proyecto se buscó la excelencia docente y espacial. Se optó por modelos existentes en otras universidades: la combinación alemana de seminarios y laboratorios y el campus norteamericano, autosuficiente e inmerso en la naturaleza. En este sentido, fue decisiva la influencia ejercida por el médico odontólogo Florestán Aguilar, por su vinculación con el monarca y su gran conocimiento de las universidades norteamericanas. La realización de una serie de viajes a las universidades europeas y norteamericanas, por parte de una comisión compuesta por profesores y arquitectos, fraguó el proyecto de la Ciudad Universitaria con una evidente vocación internacional.